viernes, 20 de septiembre de 2024

Recuerdos de mi infancia

LA LAMBRETA


Un día mi padre dijo que se iba a comprar una moto, ya había cinco o seis en el pueblo y entre las que se llevaban entonces eran las Lambretas. Y ésta es la que decidió comprar. Llegó el día que fue a buscarla. Dijo que iba a comprarla en Híjar, en casa del Anacleto y yo me marché a la carretera a esperarlo en lo del Molinos. Rato y rato esperando y que no llegaba. Ya, alrededor de medio día, apareció con su flamante moto por la carretera. Pasó por delante de mí y no paró. Yo eché a correr como un loco  detrás de él hasta que se dio cuenta de que bajaba corriendo y a mitad calle Mayor paró y me montó donde iba a ser mi ubicación durante un tiempo en los viajes con la moto, delante entre sus piernas y yo de pie agarrado a la parte de delante. Así hasta que llegamos a casa y todos salieron a recibirnos como una gran novedad.






Nos llevaba a mi hermano y a mí a regar la chopera de las Planas Bajas con la moto, como no podíamos cruzar por el río la dejábamos al otro lado del río y cruzábamos el río andando. Una vez allí mientras él regaba los dos jugábamos a algo. Una de las cosas que recuerdo es que hacíamos volcanes. Después de hacer un pequeño montón de leña lo tapábamos con la arena que abundaba por el suelo, después de prender la leña por debajo tapábamos el agujero dejando siempre arriba abierto y salía el humo por la punta, decíamos que eso era un volcán.


Una de las veces, al volver ya de noche, alguien había regado y se  le había salido el agua al camino. La rueda de la moto resbaló y los tres fuimos al suelo. Bueno, yo caí directamente al brazal. No nos pasó nada, levantamos la moto y nos fuimos para casa, creo que es la única vez que caímos.


Otra de las veces me llevaba a cazar con la perdiz en la jaula al mas de la Umbría pero nunca matamos nada, aunque él alguna vez sí que venía con alguna perdiz


Otra vez operaron a mi abuela Concha del estomago en Zaragoza, y solo se le ocurrió nada menos que subirme en la moto para verla, por supuesto delante entre sus piernas porque era muy pequeño. Subimos y bajamos en el día y no nos encontramos a ningún policía, si no la multa hubiera sido tarcual. Cuando bajábamos nos encontramos a los Pericos con otra moto que estaban aparcados y ya hicimos el viaje de vuelta juntos.


Después cuando ya fui adolescente empecé a coger esta moto yo, y ya hacía mil diabluras con ella, desde saltar en algún ribazo porque lo hacían mis amigos con sus motos más pequeñas, hasta subir cinco de mis amigos montados en ella desde el bar del cine hasta la peña que teníamos en el cantón del Rosario.


Aún la lleve algún tiempo después de sacarme el carné y con los amigos recorríamos los pueblos de alrededor, hasta que la pobre dijo basta y ya no anduvo más.


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