jueves, 17 de enero de 2019

Narración del la noche de Halloween

Esta es la narración que hice este año en la noche de Halloween.Toño

Hoy contaré una las cosas que hacíamos  cuando yo era chico en un día como este.
Cuando yo tenía unos diez o doce años todo mas,  no se le ocurrió a alguien mas que decir: ¡A que no se atreve nadie a ir a la puerta del cementerio solo y de noche y pegar en la puerta con una piedra y pegar unos golpes en la puerta!.




Hay que contar que el cementerio estaba mucho mas deshabitado que esta ahora, no estaba la paridera, el camino asfaltado que tanto pasamos por él tampoco estaba, las luces del pueblo por aquel entonces eran mínimas y las bombillas daban muy poca luz, y si a esto añadimos el respeto y el miedo que teníamos los chicos y puede que los mayores también, puesto que cuando se hacía de noche nunca se veía nadie por los alrededores.

Yo participé en dos de estas noches,  por supuesto yo no fui lo bastante valiente como para ir a pegar en la puerta, solo me faltaba que enfrente de mi casa estaba a lo lejos el cementerio, y  de vez en cuando veíamos alguna luz  cuando salíamos a la fresca.

Ya con toda esta historia y el respeto que tenia hacia los muertos , ya digo que no fui uno de los valientes que se atrevió o a ir ante la puerta, pero que yo recuerde si que fueron dos en las que yo participé como juez
La primera de ellas fue nuestro amigo y ya fallecido Jose Manuel Falcón hermano de  Galindo,  él venia a pasar todos los veranos y algún fin de semana por Urrea y siempre se las daba de muy valiente con estas cosas,  nos juntamos unos cuantos y nos fuimos para allá, todo el grupo nos quedamos en la curva del campo de futbol en lo alto en la carretera, donde había un cartel con azulejos de cerámica que ponía Urrea de Gaen . El tenia que cruzar solo todo el campo de futbol subir la cuesta y pegar los golpes en la puerta, y esta es la historia contada por él en un libro que escribió llamado los Animales de mi Pueblo.




NARRACIÓN DE JOSE MANUEL FALCÓN EN EL LIBRO LOS ANIMALES DE MI PUEBLO :
Y allí estaba yo. Tembloroso de miedo , pero decidido a demostrar a los demás que también era un hombre.
Ser bravucón era fácil y eso se pagaba demostrando que ya eras un hombre, que ya habías traspasado la frontera en que se dejaba de ser un niño sin opiniones ni peso en el animo de los amigos.

Pero la prueba me convenció de lo retorcido que era el carácter de los compinches que yo quería elegir.

Conociéndola , ya no me apetecía tanto dejar de ser un crío simplemente ,  deseaba ser admitido en un grupo y ya no veía motivos para que mi deseo tuviera que pasar por un examen.  Pero el deseo acababa imponiéndose y así se empieza, haciendo tonterías.

He aquí la prueba. Parece fácil. Solo hay que esperar a que la luna  iluminara el cementerio, acercarse a la puerta metálica del campo santo y atender a que el reloj del campanario de las doce campanadas de media noche. Después ¡Fácil te lo ponemos, tan fácil porque nos caes bien! coges una piedra y das doce golpes en la puerta de hierro que abre el paso a la tumba de nuestros familiares .

Las machadas que otros niños tenían que enfrentarse eran mucho mas sencillas ,creía yo, y se limitaban a peleas, competiciones mas o menos deportivas o crueles y pequeños hurtos . Yo no tenia que enfrentarme a nadie,  si no a mi mismo y a los fantasmas de mi conciencia, educada en mil temores.

Cuando llego el momento me planté plante en la puerta del cementerio, fea y oxidada.  La luna  iluminaba la tapia blanca del campo santo, tranquilizando con su claridad, pero a la vez provocando temores  con las sombras proyectadas por las escasas plantas y rocas del páramo .

Espere a media noche, sintiéndome absolutamente solo y aguzando todos mis sentidos, presto a la carrera por si cualquier cadaver me quería atrapar.

Sonó la primera campanada , la segunda ,la tercera, las doce en su totalidad. 

Yo ya llevaba la piedra en mi mano, una piedra grande y dura, de sonido garantizado para que no hubiera dudas  ante el grupo que escuchaba alejado.
Di un golpe , esperé un segundo para respetar la cadencia de  de las campanas, miraba a través  de las rejas  de la puerta temeroso de mi audacia por molestar algún muerto reciente que no hubiera tenido aun tiempo de conciliar el primer sueño. Di el segundo golpe.

&  Antes de dar el tercero, una lucecilla azulada y tenue se encendió al otro lado de la tapia, sobre la tierra reseca propiedad de los difuntos &.  Di un tercer golpe. & La luz oscilo un poquito& . Ya no respete el ritmo que yo mismo me había impuesto , el cuarto golpe fue mas apresurado. &Junto a la primera luz apareció otra que se movió mas rápido &. El quinto golpe continuo casi de inmediato. &Las lucecillas se acercaban correteando hacia mi.& &Con el sexto golpe creí ver como las luces aparecían sin iluminar el suelo donde brotaban.&




No estoy seguro  de si llegue a dar el séptimo. No pude aguantar por mas tiempo el deseo de correr.

Cuando llegue al lugar donde supuestamente esperaban los de la pandilla, continué corriendo hacia el camino.  Pero ellos no estaban allí.  También corrían para adelante, hacia las seguras casas del pueblo, en dirección a las primeras luces.

Luego me dijeron que había tropezado un par de veces, que pensaron que alguien me había empujado, que habían corrido a pedir ayuda.

Ni mis pantalones, ni mi camisa presentaban manchas que certificaran  la caída, pero yo no puedo asegurar nada, ni ahora ni entonces.

Solo recuerdo que tuve que lavar los pantalones y los calzoncillos en cuanto pude en secreto. El no ser hombre no suponía que ademas se hubiera perdido el orgullo y la vergüenza por la cobardía.

Algunos años mas tarde aprendí que había un fenómeno común en los viejos cementerios. Los fuegos fatuos, que son pequeñas lucecillas que se prenden por combustión espontánea del fósforo contenido en los huesos enterrados cuando no son preservadas  del contacto con la tierra.  En el cementerio de mi pueblo habían fusilado varias personas durante la guerra civil . las habían enterrado en fosas comunes.  La explicación que tanto me aterrorizo se contenía solo en dos palabras,   fuegos fatuos

Yo me asuste por las luminarias.Mis compañeros de infancia se asustaron al verme correr. Fui aceptado en la pandilla sin reservas. El miedo general une tanto como la valentía

Sin embargo aquel verano comprendí de manera brutal que nunca sería hombre. He vivido desde entonces procurando ocultar a los demás que solo soy un niño.

-------------------------------------------------------------------------------------------------------

Hace unos años estuve hablando sobre esto del cementerio con un joven,  y me decía que ellos iban esta noche al cementerio porque decían que estaba muy bonito de noche con alguna  luz que se ponían por aquellos años en las tumbas


Yo  me quede pensando de como habían cambiado los tiempos y como se había perdido el respeto y el miedo por nuestros seres queridos muertos
Toño

1 comentario:

  1. Menuda prueba de los chicos de mi pueblo a otro chico urbanita para certificar la "mayoría de edad" y poder ser acogido en la pandilla. Casi más durilla que las clásicas y pesadas novatadas a los jóvenes que acceden a los colegios universitarios al comienzo de curso. Pero el valiente de Falcón creo que superó a duras penas la prueba. Como tantas otras que luego tuvo que superar en su vida! RAMON

    ResponderEliminar