lunes, 7 de enero de 2019

Cuento de Navidad

Pude leer en el periódico de La Comarca un cuento que me gustó y para poner broche final a las Navidades me gustaría que perdierais un poco de tiempo en leerlo.Feliz Navidad es un cuento que ha escrito un chico de 11 años de Monroyo y tiene una buena narración.

Toño

Martín Vives Lombarte ha sido el ganador del concurso de cuentos de Navidad de Radio La Comarca

‘¡Feliz Navidad!’ por Martín Vives

Eric era un niño como todos los de su época. Pero a diferencia de los demás, cada día, después de terminar su horario escolar tenía que ir a trabajar al bar del señor Vicente. El bar era uno más de los bares de la calle de los porches. A ese bar iba mucha gente de todos los pueblos de alrededor. Todo el mundo acaba igual, perdiendo el poco dinero que esperaban convertir en una gran fortuna jugando a las cartas.
Dos grandes balcones daban luz al bar. Por allí pasaba el río y con un poco de suerte Eric disfrutaba viendo las truchas saltar por aquel río llamado Matarraña. Pero Eric estaba allí para trabajar en la cocina limpiando platos.
Su casa estaba en un callejón cerca de la iglesia y del viejo castillo junto al antiguo hospital.
El padre de Eric marchó a la guerra pero hacía mucho tiempo que no mandaba ninguna carta. La madre de Eric mantenía a su hijo diciéndole que su padre estaba trabajando en Barcelona y que algún día volvería con una gran fortuna.
Los días eran todos iguales, había que madrugar e ir a la fuente a por agua. Al terminar el trabajo de la casa, Eric bajaba por la calle del Carmen, pasaba por la plaza Mayor, cruzaba el puente de piedra y se detenía a observar los peces que bajo el puente nadaban río arriba, río abajo.
Y al fin llegaba a la Ferretería del señor Juanjo. Una gran vitrina mostraba toda clase de artilugios que podían servir para todo. Pero aquel día que tanto esperaba Eric había llegado, el señor Juanjo había llenado el escaparate de juguetes, pelotas, muñecos, cuadernos, vestidos, pañuelos de colores, etc. Llegaba la Navidad.
Incluso sabiendo que eran pobres y que ninguna de aquellas cosas serían suyas, servían a Eric para soñar con que jugaba con aquellas pelotas y que su madre se probaba uno de aquellos vestidos y de aquellos colores tan elegantes.



En lo más alto del escaparate había una caja de madera y cuando los niños salían de la escuela el señor Juanjo abría la tapa y del interior de la caja se elevaba una bailarina que danzaba al son de una bella música que salía del interior de la caja. Era una caja mágica. No había un solo minuto al día en el que Eric dejara de soñar con que aquella caja le pertenecía, pero todos sus sueños se desvanecieron cuando tras contar su sueño a su madre esta le devolvió a la realidad. No tenía dinero para comprar ropa, ni comida, ni medicinas y aquella Navidad sería como todas las demás.


No por ello Eric se olvidó de la caja. Aquella noche tras repetir las oraciones junto a su madre, y tras acostarse, soñaba que hablaba con su padre, todas las noches lo hacía. Se imaginaba que estaban juntos los tres, felices, contentos. Aunque la verdad es que Eric ya no recordaba la cara de su padre, era muy pequeño cuando se fue. Él era feliz, pero cada día que pasaba notaba que el semblante de su madre se iba entristeciendo. Él tenía que hacer contenta a su madre, volver a verla sonreír y pensó que trabajaría duro en el bar del señor Vicente a cambio de una moneda cada día y que para Navidad ya tendría suficiente dinero ahorrado para comprarle la cajita de música a su madre.
Y así ocurrió, el señor Vicente accedió al trato, pero Eric se dio cuenta de que nunca llegaría a ahorrar el dinero para comprar la caja de música para su madre.
La Navidad se iba acercando. Aún sigue ahí, nadie la ha comprado. Las mismas palabras todos los días, incluso un día entró para hablar con el señor Juanjo y pedirle que retirase del escaparate la preciada cajita de música a cambio de recibir por la venta un poco más de dinero el día en que Eric pudiese reunir todo el dinero.
El señor Juanjo era muy buen hombre, y al principio accedió al trato de Eric pero tampoco pasaba por muy buenos momentos con sus cinco pequeños hijos que también necesitaban comer y vestir y tuvo que decir «no» al trato de Eric.
Llegó el día 24 de diciembre y como todos los días antes de llegar al escaparate Eric contuvo la respiración, llegó y miró, aún estaba allí. Pero apenas tenía la mitad del dinero. Aquel día de Nochebuena para muchos en salir de la escuela Eric fue a trabajar al bar. Los porches y la plaza estaban atiborrados de gente contenta, era Navidad. Entró en el bar y allí estaban los clientes de siempre, excepto un joven señor con bigote que tomaba café en el extremo de la barra.
Aquella tarde ocurrió lo inesperado, era Navidad y nadie en el bar Vicente, estaba dispuesto a perder su dinero en el juego, todos estaban alegres, nadie ganaba, nadie perdía. Y tras terminar la jornada Eric había recibido tantas propinas como clientes tenía el pequeño casino. Contó el dinero y salió corriendo hacia la ferretería de Juanjo. Mientras corría imaginaba la sonrisa alegre de su madre al ver su regalo. Pero cuando llegó estaba el hombre con bigote comprándola. Lloró y lloró hasta llegar a casa.
Entró en casa y como siempre dijo: – «soy yo, Eric». Su madre le esperaba en lo alto de las escaleras, cuando se encontraron Eric la besó y abrazó como nunca. Su madre le dijo: – «Pasa, tenemos visita».
De pie junto a la chimenea estaba el hombre del bigote con dos paquetes. Toma, este regalo es para ti, este vestido tan bonito es para tu madre. Su madre le dijo: – «Eric, este señor se queda en casa, él es tu padre».

PERIODICO : LaComarca

2 comentarios:

  1. Pues yo he querido perder un ratito de mi tiempo para leerlo y la verdad que me ha parecido muy bonito y con gran imaginacion y más escribiendolo un niño de 11 años, no me extraña que haya sido el ganador.
    Felicidades Martín!!

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  2. Si Martín con 11 años escribe así,su futuro es muy prometedor.
    Precioso cuento!!!!

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