A las 24 horas de quemado, la roca ya estaba deshidratada y se esperaba hasta que estuviera frío el horno para extraerla (unos 8 ó 10 días).
La roca de yeso que antes era dura, es ahora frágil y se rompe fácilmente.
Esta roca se extendía en una era y dando vueltas con los carros (entonces llevaban llantas de hierro) o con rollos la iban deshaciendo. Luego venía el proceso de cribado para obtener el polvo de yeso.
Había una técnica de construcción de paredes en la que no se cribaba y se construía con el yeso que salía en polvo junto con las piedras que quedaban sin moler a modo de mortero.
También había gente que, cuando no había trabajo en el campo, para complementar su economía, se dedicaba a hacer cañizos o a fabricar yeso por este método y que luego vendían a los albañiles o a particulares.
En los últimos años, el Jesús el Macipe se hizo con una trituradora de yeso que funcionaba a base de unos martillos metálicos que, al dar vueltas, golpeaban las piedras y las deshacían, lo que supuso un gran avance, aunque había que estar retirando por la parte de abajo el yeso y al producirse una enorme polvareda el encargado de hacerlo tragaba y respiraba gran cantidad de yeso (no se usaban las mascarillas; como mucho, el pañuelo atado cubriendo la nariz y la boca)
Hasta la comercialización de los sacos de yeso este era el procedimiento de obtención y cuando alguien quería hacer una obra tenía que quemar un horno para tener yeso abundante.
El tamaño del horno dependía de la magnitud de la obra. En la Hoya del Moro hay uno pequeño sin quemar que posiblemente estaría destinado a construir un mas. Si lo que se quería hacer era una casa los hornos eran más grandes y de dos o tres bocas.
Al volver a hidratar el yeso, al mezclarlo con el agua, se produce la reacción contraria a la deshidratación en el horno y al poco rato vuelve a convertirse en roca dura sujetando y uniendo así las piedras y ladrillos de los edificios. El yeso que se obtenía moría pronto por lo que había que utilizarlo bastante rápido para hacer los obras.
En Albalate se montó una fábrica de yeso que suministraba a la zona y ahí comenzó la desaparición de los hornos aunque no la explotación de la cantera de yeso por algunos urreanos ya que la fábrica de Albalate pagaba si le llevabas remolques de piedra de yeso.
Manuel Martin Martín
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