Manuel Andreu: «¿Qué más querían que pasase tras dos intentos de asesinato?»
por | Ene 26, 2018 | Bajo Aragón, COMARCAS, Sucesos | 0
ComentariosManuel Andreu fue una de las dos víctimas de Feher en Albalate. Avisaron de la ferocidad del asesino y considera que el dispositivo fue insuficiente
Manuel Andreu, una de las víctimas del primer tiroteo que se produjo en Albalate el 5 de diciembre, se recupera en casa de la herida de bala que le atravesó parte del cuerpo y estuvo a punto de causarle la muerte. Tanto él como su familia confían en que reciba el alta médica en unas semanas pero también saben que las heridas emocionales no se terminarán de cerrar nunca.
Sentado en el sofá de su casa, recuerda cómo ocurrió todo. Muy rápido, pero con muchos detalles que evidencian la peligrosidad del asesino, su intención de matarles -a él y a Manuel Marcuello, el cerrajero que se enfrentó a Feher- y la falta de un dispositivo acorde a la situación. «Sabían que no llevaba vehículo y que estaba por aquí, entrando constantemente a masicos todos los días y en un perímetro muy pequeño. No lo buscó nadie», lamenta.
De hecho, Igor El Ruso volvió a entrar en la huerta de Andreu entre el 6 y el 9 de diciembre para robar comida, un transistor, dos ruedas de una bicicleta y el sillín de otra. «Lo hizo después de habernos disparado y de que la Guardia Civil precintara la vivienda durante unos días». Nadie se percató de ese robo hasta que Andreu regresó a su casa cuando salió del hospital con el alta el 15 de diciembre. En todo ese tiempo, sólo tuvo dos contactos con la Guardia Civil puesto que su estado de salud no le permitía atender a los agentes. Relató lo sucedido a dos agentes de la comandancia de Zaragoza y atendió una llamada de un Guardia Civil de Alcañiz que se interesó por su salud, pero de forma personal.
«En este país no dimite nadie»
El propietario del masico en el que se encontraba Feher, que tiene muy claro que no se hizo todo lo posible para capturarlo, es pesimista con respecto a que nadie asuma responsabilidades y piensa que, en un tiempo, todo se olvidará. «En este país no dimite nadie», reflexiona cabizbajo. Las consecuencias caerán sobre la conciencia de cada cual, pero tiene claro que es un problema político puesto que no se puso en marcha un despliegue con equipos especializados hasta que no se produjeron los asesinatos el 14 de diciembre. «¿Pero qué más querían que pasara después de dos intentos de asesinato?», se pregunta con impotencia. «Yo se lo decía a mi mujer mientras estaba ingresado. Hasta que no pase algo gordo, no lo buscarán bien. Y así pasó». Su esposa, sentada a su lado, asiente visiblemente afectada.
«A un tío así se le puede coger. Yo me atrevo a decirlo porque sabían donde estaba. La policía tiene medios para coger a esta gente, otra cosa es que estén a disposición de todos. Aquí no estaban», subraya.
Andreu recibió un disparo en el hígado que perforó también el pecho, después de haberle atravesado el cuerpo. La bala se quedó en su cartera y, desde ese mismo día, la tiene la Guardia Civil. Después de ser operado de urgencia en Alcañiz el día 5, fue trasladado a la UCI de Zaragoza. Permaneció allí hasta que recibió el alta. «Los médicos de Alcañiz hicieron una labor impecable, me salvaron la vida. Nos lo dijeron en Zaragoza. Y allí también nos trataron muy bien. Estoy muy agradecido a todo el mundo que ha preguntado y que se ha preocupado», recalca Andreu.
Le envía también un abrazo muy fuerte a la familia Iranzo, con quien le une una estrecha relación. «Todo esto ha destrozado a tres familias. Porque nosotros, aunque nunca lo olvidemos, saldremos adelante», coincide el matrimonio.
Reconstrucción de los hechos en Albalate
Manuel Andreu realiza con calma una reconstrucción de los hechos. Espera que pueda servir para algo. A modo de presión y para que no se vuelva a repetir.
El día 5 de diciembre pasó con su mujer toda la mañana en Alcañiz y, tras llegar al pueblo por la tarde, se dirigió al taller de Manuel Marcuello. «Quería pedirle que mirase la cerradura porque habíamos tenido problemas para abrirla los días anteriores. Venían los nietos a pasar el puente y quería arreglarla», explica. El cerrajero le propuso ir en ese momento para poder resolver el problema. «Cogimos mi coche y fuimos para allí».
Llegaron ya de noche, pasadas las seis de la tarde, y Andreu dejó su vehículo encarado a la puerta, con las luces encendidas y el motor en marcha. Marcuello, con una linterna frontal para trabajar mejor en la cerradura, se acercó a la puerta, cubierta por una cortina de tiras. En ese momento, la puerta ya estaba abierta. Feher la había forzado con la ayuda de una maceta y un cortafríos.
Marcuello entró y, al descubrir a Feher con el arma apuntándole a quema ropa, se abalanzó sobre él, lo tiró al suelo y le intentó quitar la pistola, aunque sin éxito porque la llevaba agarrada a la muñeca. Durante el forcejeo, se produjeron los primeros disparos. El que afectó al brazo de Marcuello fue el primero. Forcejearon en el suelo y el cerrajero, encima del asesino, intentó morderle la yugular sin éxito puesto que llevaba un abrigo tres cuartos militar abrochado hasta arriba. Feher estaba sudando, algo que puede indicar que acababa de abrir la puerta apenas unos minutos antes y que se vio sorprendido. No entendía el idioma.
Cuando no pudo más y después de golpearse mutuamente, Marcuello se levantó y echó a correr. Es muy probable que, desde el suelo, Feher disparara a Andreu, que permanecía junto al coche y que cayó encima de un montón de arena al recibir el impacto. También disparó al capó del vehículo. «Fue todo muy rápido porque en el momento en el que salí del coche vi la cortina moverse y escuché los disparos. Caí al suelo enseguida y ya no vi nada. Solo escuchaba pum, pum, pum…», relata Andreu.
Feher tardó en levantarse del suelo, quizá porque había bebido, pero salió de la vivienda disparando a Marcuello que, finalmente, optó por tirarse a unos arbustos. Probablemente Feher pensó que ambos estaban muertos.
Andreu, que permanecía sobre el plástico que cubría el montón de arena, consiguió levantarse. «Estaba ensangrentado pero no veía los agujeros ni nada. El motor seguía encendido y no ví a Manolo por ninguna parte así que pensé: me tengo que ir. O busco ayuda, o de aquí no salgo». Y Andreu se montó en el coche y condujo hasta el casco urbano. Le ayudó el instinto de supervivencia.
Empezó a pitar cuando llegó a la puerta del cuartel albalatino y enseguida le atendieron. «Me presionaron la herida un agente y su pareja y no salí de mi coche hasta que no vino la ambulancia». Esta pareja ya les había visto cuando Marcuello y Andreu se dirigían a la huerta en el vehículo a arreglar la cerradura.
Manuel Andreu fue consciente en todo momento de lo que estaba sucediendo y preguntaba por Marcuello con las pocas fuerzas que le quedaban. «Cuando le ví aparecer por la barandilla detrás de Casa Agustín me quedé más tranquilo. Vi que habíamos sobrevivido los dos». Marcuello llegó al cuartel por su propio pie desde la huerta.
Los vecinos llamaron al 112. Primero llegó la ambulancia de Híjar, cuyo equipo médico se encontraba atendiendo una urgencia en Samper, y, después, la UVI Móvil. En ella, Andreu fue trasladado a Alcañiz.
Manuel Marcuello también fue intervenido en Alcañiz y permaneció en el Hospital ingresado varios días. En su caso, si que recibió varias visitas de la Guardia Civil para tomarle declaración y poder realizar con sus datos el retrato robot de Feher que, sin embargo, no se distribuyó hasta que no se produjeron los asesinatos el día 14 de diciembre.
Marcuello, que ha sido sometido a varias intervenciones quirúrgicas desde el 5 de diciembre, alertó de la peligrosidad del delincuente desde el primer momento y de su intención de matarles disparándoles a sangre fría y sin dudar. Por eso, en Albalate siguen sin entender que se les dejara «abandonados» más de nueve días.
PERODICO: La Comarca
PERODICO: La Comarca
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