Se que cuando empeze iba solo a contar cosas de mi pueblo y de mi comarca, poco apoco he ido contando cosas de diferentes sitios que me parecían curiosas o interesantes, este es el caso de un correo que me ha llegado, no se trata una noticia de por aquí cerca , si no que es de un soldado malagueño del año 1920, que al leerla me ha llegado al corazón simplemente la he querido compartir con vosotros, espero que os guste. Toño
LA DESPEDIDA DEL
SOLDADO. "MUY EMOCIONANTE"...
En la primavera de 2012, en excavaciones en lo que
antaño fue el fortín español de Monte Arruit (a unos 30 km de Melilla) apareció
el cuerpo momificado de un soldado español. Según cuentan los arqueólogos y
antropólogos, las condiciones climáticas de la zona han hecho posible la buena
conservación del cuerpo así como la de alguna de sus pertenencias y restos del uniforme. Entre sus pertenencias destaca una
pitillera de cuero y metal con las iniciales P.G., una foto de una mujer joven,
una pequeña moneda de plata con la efigie de Alfonso XIII y una extensa carta
todavía legible. Todos los indicios, y sobre todo por el lugar del hallazgo y
datación de la carta, apuntan a que este hombre fue una de las víctimas de la
matanza de españoles acaecida el 9 de agosto de 1921 en Monte Arruit. Es uno de
los episodios más lamentables ocurridos en la Guerra del África.
Los investigadores quedaron asombrados al leer la
carta que portaba este soldado. El papel amarillento, compuesto por dos páginas
y doblado por la mitad estaba metido en un sobre. Los datos personales no han
sido revelados por las fuentes investigadoras.
En el sobre dice:
Hermano de armas, si lees esto será porque yo habré
muerto. Por favor, cumple la última voluntad de este soldado español que ha
caído por la Patria y haz llegar esta carta a María […] que vive en Málaga en
la calle […]. Sus padres se llaman Manolo y Antonia.
Y a continuación esta es la emotiva carta del soldado:
Mi dulce María, nunca pensé escribir esta carta, pero lo
preocupante de la situación me lleva a ello. Llevamos días atrincherados y
defendiendo Monte Arruit, apenas tenemos agua y comida. Los moros nos cercan y
nos hacen fuego, cada día tenemos nuevas bajas, ya sea por causa enemiga o por
efecto del calor, y no tenemos medicamentos ni medios de asistencia sanitaria.
Según dicen, el General Berenguer le ha prometido a Navarro que
mandarán refuerzos desde Melilla, pero la ayuda nunca parece llegar. Hay
descontento y pesar entre los hombres aquí. Hay rumores fiables de que se negociará
la rendición de la plaza, pero no sabemos mucho más al respecto. No sé qué
pasará, hemos pasado muchas penurias en esta maldita guerra, pero como la de
Monte Arruit no la he vivido. Ya se sabe cómo actúan los moros y tengo mucho
miedo por lo que pueda pasar, estamos prácticamente a su merced y no creo que
podamos resistir mucho más el hostigamiento al que nos someten.
En el campamento tratamos de animarnos los unos a los otros; por
su parte, día tras día, los oficiales nos recuerdan lo que implica ser un
soldado español con arengas patrióticas, pero lo que más nos reconforta, dentro
de lo que se puede, es la camaradería que hacemos todos en estos difíciles
momentos.
La verdad que no sé por qué te estoy contando esto, supongo que
por egoísmo al desahogarme con este papel. No quiero robarte más líneas, ya que
esta carta es para ti: la dulce niña de mis ojos, mi morena, mi malagueña, mi
razón de vivir, mi anhelo, la estrella que me guía en las noches, la única
persona por la cual suspiro día tras día y me reconforta pensar que pronto te
veré, que pronto te abrazaré, que pronto te besaré y que pronto me casaré
contigo. Dios sabe lo mucho que te quiero.
Aún me acuerdo de la primera vez que te vi, con aquel vestido
azul, tu pelo negro azabache recogido en un coco, esos ojos verde esmeralda que
son capaces de cegar más que este sol africano y convertir a cualquier hombre
en estatua de sal con sólo regalarle una mirada tuya. Me acuerdo de la canasta
de mimbre llena de pescado que llevabas pues venías del mercado y como yo,
apoyado en la pared de la calle de mi casa, quedé absorto ante tu belleza. Te
eché un piropo cuando pasaste por delante mía, no pensé que me hicieras caso,
ya que tal hermosura tiene que estar acostumbrada a que te los digan, pero
giraste tu preciosa cara, me miraste y me sonreíste. Bendito piropo aquel. Te
pedí acompañarte a casa para hablarte por el camino y me lo permitiste.
Desde entonces fuimos inseparables, me costó que tu padre me
aceptara, pero ya sabes que la insistencia siempre ha sido mi virtud. Aún me
tiemblan las piernas cuando me acuerdo de aquel primer beso que te robé en la
puerta de la casa de tu tía, se nos paró el mundo alrededor en ese instante. En
fin, hay tantas cosas que podría contar…
Seguro que mientras lees esto estás esbozando una sonrisa. En
estas líneas que llevo hablando de ti se me ha olvidado momentáneamente todo lo
que estoy pasando aquí. Siempre serás mi mejor medicina y el remedio de todos
mis males. Ya sabes que al comienzo de esta carta te dije que nunca pensé
escribirla. Es de despedida, mi amor. Si recibes esta carta será porque yo ya
no estaré.
No quiero ser egoísta y por ello te pido que no me guardes luto, que no te
apenes por mí, que rehagas tu vida lo más pronto posible y que no me eches en
falta pues yo siempre estaré contigo en cada momento de tu vida. Que seas muy
feliz y que hagas realidad todos tus sueños, ya que los míos se cumplieron
cuando me dejaste amarte. Quiero que sepas que mis últimos pensamientos son
para ti y que siempre te querré y cuidaré allá donde esté.
Monte Arruit a 8 de agosto de 1921.
De tu soldadito, Pedro.
A veces el destino y la suerte se unen
aunque demasiado tarde. No ha sido fácil, según revelan los investigadores,
pero se pudo localizar a los familiares de la destinataria, María.
Antonio, un nieto de ésta mujer ha contado que
su abuela, aunque se casó años después de lo acontecido en Monte Arruit,
siempre tuvo en su mesita de noche la foto de un joven soldado con un rosario
sujeto en la esquina del marco. Durante muchos de años, incluso ya casada y con
hijos, día tras día acudía al puerto de Málaga con la esperanza de que llegara
el barco que habría de traerlo.
Según afirmaciones de Antonio "mi
abuelo siempre respetó a mi abuela y supo que jamás ocuparía el puesto de aquel
primer novio. No obstante, fueron un matrimonio feliz". María falleció en
1987, a la edad de 85 años. Pidió ser enterrada con la foto de su primer amor y
el rosario entre las manos, lamentablemente no pudo leer esta carta.
"... Según narran las fuentes
investigadoras, el 9 de agosto el General Navarro parlamentó la entrega de
Monte Arruit con los jefes tribales marroquíes. Las condiciones fueron que los
españoles entregaban las armas y saldrían del fortín sin hostigárseles
y, además, se proporcionaría transporte a los heridos. Así pues, los soldados
españoles desarmados comenzaron a salir de Monte Arruit en columna, pero al
poco tiempo los moros, de manera inesperada, atacaron a los españoles desde
distintos flancos produciéndose una enorme matanza. De un contingente de
3000 hombres, sólo 60 lograron sobrevivir. ..."
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