Allá por el enero del 2014, escribí una anécdota que titulaba , Anécdotas El avión, anécdota que podéis recuperar poniendo en el buscador del blog este titulo.
Pero cual no seria mi sorpresa que el otro día me enviaron un correo, Emilio Garcia, descendiente de Albalate, contándome que había leído en mi blog la anécdota El Avión ( que ya es casualidad después de cuatro años que lo escribí que entrara en esta anécdota) y que tenia escrito de mano de su madre, que era de Albalate, que ella había ido también a ver este avión en El Cardadal.
Al parecer Emilio lo confunde con otro avión, pero al leer este relato confirma que era este avión el que fue a ver sus madre.
Historias que nacen de algo que escribí en su día en el blog , me motivan a seguir escribiendo día a día, y con participaciones como esta hacen que el blog se enriquezca un poco mas.
Toño
Hola, Toño,
Acabo de entrar en tu blog valdecara y leer el episodio del avión que cayó en 1934 en el Cardadal, entre Lécera-Híjar-Urrea. He tratado de enviarte un comentario pero no estoy seguro de que tu servidor lo haya admitido. Así que tomo tu dirección de correo y te escribo para agradecer tu entrada. Mi madre, que entonces tenía 22 años y vivía en Albalate, caminó tres horas con sus amigas para observar presencialmente aquel suceso. De ello dejó unas notas manuscritas que conservo. Describió el episodio como un hecho excepcional. Al regresar a casa le costó una buena reprimenda porque sus padres le habían prohibido llegar hasta el avión. Como ella no cita el año, he pasado mucho tiempo creyendo que se trataba del avión accidentado (el correo Madrid-Barcelona) que cayó cerca de la antigua estación de Muniesa en 1928. La prensa recogió ampliamente este episodio. Pero me parecía que el trayecto desde Albalate era demasiado lejano a lo que en realidad contó mi madre. Ahora, tu cita del año 1934 confirma la narración de mi madre. Este es su relato:
Una vez, en fiestas, aterrizó un avión por avería en el Cardadal [monte a medio camino de Albalate del Arzobispo a Lécera]. Yo quería ir a verlo porque no había visto ninguno en mi vida. Como ya me conocían bien en casa, me dijeron: “que no se te ocurra ir a ver ese aparato porque lo pasarás mal y además te quedarás sola en casa todas las noches sin ver los fuegos artificiales. Yo quería verlos; me lo pasaba muy bien oyendo tocar al gaitero, pero dejar de ver aquel aparato nunca visto era superior a mí curiosidad. Cogí a mis amigas y les dije: “¿Os atrevéis a ir al Cardadal a ver el aeroplano?” Ellas me dijeron: “Está muy lejos (3 horas), tenemos miedo. Unas dijeron: “Nosotras no”. Tres y yo dijimos: “Pues nosotras sí.” Sin pensarlo más, nada más comer, tomamos el camino del Cardadal por carretera estrecha y mala y nos fuimos. Tres horas andando. Llegamos y, en una gran explanada, vimos de lejos el avión. ¡Qué aparato más grande! De momento teníamos miedo a acercarnos a él, pero la curiosidad superó al miedo y fuimos. En la entrada había un joven y nos preguntó: “¿adónde vais tan lejos?” “A ver el avión, que no hemos visto nunca.” El joven nos dijo: “Subir conmigo y os lo enseñaré todo.” “¡Madre mía, qué grande es este cacharro!” dijimos. Nos sentamos en todos los asientos, en el asiento del piloto, tocamos todo por allí, nos asomamos por las ventanillas; parecíamos tres chifladas. Al joven se le veía gozar viendo el entusiasmo de aquellas locas.
Tarde ya, nos fuimos. Aquel avión era de pasajeros. Como Híjar estaba más cerca, todos los pasajeros se habían marchado allí. Llegamos nosotras al pueblo muy de noche. ¡Cómo nos recibieron en casa! No me pegaron, porque no solían hacerlo. Me quedé, sin cenar. Cumplieron la palabra de no dejarme ir a ver los fuegos; me dejaron sola en casa en la cama. Yo sentí aquello, pero para mí decía: “No me gusta quedarme sola, pero yo ya he visto el avión que nadie en la familia había visto. ¡Que me quiten lo bailao!" No es que yo fuera mala persona, no, pues también tenía mis virtudes; pero cuando se me ponía una cosa en la cabeza era incapaz de renunciar.
En Albalate aún conservo la casa familiar. En Urrea ejerció mi abuelo paterno (Román García Gárate) como maestro de febrero de 1914 a febrero de 1916. Supongo que serían las escuelas situadas entonces junto al actual despacho parroquial.
Emilio Garcia