viernes, 31 de diciembre de 2021
jueves, 30 de diciembre de 2021
miércoles, 29 de diciembre de 2021
Cosas en periodo de extinción
martes, 28 de diciembre de 2021
lunes, 27 de diciembre de 2021
Fauna de Urrea
domingo, 26 de diciembre de 2021
Entrvista del Heraldo de Aragón , sobre el museo de Los Juguetes
"El primer soldado de plomo quizá fue un San Jorge"
Ignacio Martínez colecciona juguetes desde los 12 años y parte de sus fondos se exhibe en un museo en la localidad turolense de Urrea de Gaén
Coleccionistas de juguetes hay muchos, y muy buenos, pero lo que distingue a Ignacio Martínez entre los demás es que él ha conseguido el sueño que todos acarician: tener un museo para exhibir lo que ha ido atesorando. El museo es muy completo pero modesto:apenas 140 metros cuadrados en la localidad turolense de Urrea de Gaén. En ese espacio ha conseguido que el visitante tenga una explicación cabal y resumida de lo que es y significa el juguete dentro de una sociedad. Hay pequeñas secciones centradas en temas como el juguete y la vida doméstica, la religión y la política. Y es que los juguetes son más importantes de lo que parece.
"A mi padre, Enrique, le gustaban mucho los juguetes y las maquetas, y abrió tienda en Zaragoza en el año 74 –relata–. Yo, a los 14 años, ya estaba detrás del mostrador, así que no es raro que me convirtiera en coleccionista. A mi padre le gustaban los recortables y a mi madre las casas de muñecas. He seguido en esas dos líneas pero también me he especializado en otras, como la de los trenes eléctricos".
Su primera compra fue en el Rastro zaragozano, cuando aún se celebraba los domingos en los porches anejos al Mercado Central. Lo frecuentó. "Mi abuela se espantaba, me decía que adónde iba con lo que había comprado, que a saber en qué manos había estado... Yo madrugaba mucho para ir allí porque sabía que al Rastro hay que ir madrugando, y cuando volvía a casa era ya la hora de desayunar. Les enseñaba mis pequeños tesoros. Una de las primeras cosas que compré fue un belén, que guardé enseguida y ha estado en un altillo durante 20 o 30 años. En 2015, cuando fui a por él, descubrí que cada figura estaba envuelta en papel de tiendas como el Bazar X o el antiguo Sepu. Con una plancha y mucho cuidado logramos sacar algunos pliegos de papel original de esas tiendas". Hoy, como muchos otros coleccionistas, rastrea piezas más en internet que en los mercadillos.
Se resiste a dar una cifra de los juguetes que posee. Muchos, porque al fin y al cabo, "todos los coleccionistas padecemos el Síndrome de Diógenes atenuado". pero asegura que en Urrea de Gaén presenta unas 400 piezas y que suponen aproximadamente un 10% de su colección. Así que la cuenta parece clara. Pero no acumula por acumular. "Busco juguetes que me cuenten una historia. Por ejemplo, en una vitrina del museo he colocado una Mariquita Pérez, la famosa muñeca que se hizo después de la guerra y que costaba entre 80 y 100 pesetas. Y la he contrapuesto con una muñeca de cartón piedra que en la misma época costaba 5 o 6, y enmedio he colocado una cartilla de racionamiento. Ahí hay una historia. Otro ejemplo, si yo tengo una pieza y la factura de lo que se pagó por ella, y veo que fueron 1.300 pesetas de 1953, puedo invitar al visitante a que imagine qué se podía comprar en aquella época con ese dinero. Hay museos muy científicos y documentales..., pero un museo del juguete es puramente emocional. Uno se ve reflejado en cada una de sus vitrinas".
El valor de cada juguete de colección lo pone su propietario. Ignacio Martínez, por ejemplo, destaca de entre los suyos un recortable que no tiene gran valor económico pero que, una vez montado, muestra la plaza de Sant Jaume de Barcelona en 1931, en el momento en que se proclamó la República catalana. Le cuenta cosas de la sociedad y la política de un tiempo pasado. Otro recortable, por ejemplo, es una ‘Mariquita legionaria’.
"Es anterior a la Mariquita Pérez, porque se hizo poco después del desembarco de Alhucemas en 1925. El dibujo está inspirado en las muñecas que Grace Drayton hizo para Sopas Campbell pero la niña, en una de sus manos, lleva la cabeza de un niño moro decapitado. Ese recortable nos habla de un momento histórico muy concreto de nuestro país, pero también de cómo ha evolucionado la sociedad. A nadie se le ocurriría hoy hacer algo así".
PERIODICO: Heraldo de Aragón
sábado, 25 de diciembre de 2021
viernes, 24 de diciembre de 2021
jueves, 23 de diciembre de 2021
miércoles, 22 de diciembre de 2021
Bailes de Urrea
En el salón del tío Choco, junto a su casa en la carretera, hoy propiedad de Tomás Lafaja Bielsa “el Madrileño” fue donde debutó la famosa orquesta “Maravilla”. Fueron mi padre y el tío Rubio quienes la contrataron en unas fiestas de San Roque.
Texto: Jesús Tena
Foto : Antonio Martín
martes, 21 de diciembre de 2021
lunes, 20 de diciembre de 2021
Anécdotas, La Huelga
LA HUELGA
Hubo una vez un maestro que se llamaba don Manuel Tirado del Río , aunque todos le llamaban y así se le sigue recordando aun hoy como “El Bociguín”. Este era uno de los sargentos que después de la guerra, como no había casi maestros, los habilitaban para completar las plazas vacantes de maestros.
Todos que fueron con él y aun nosotros conocemos la canción que repetidamente les hacia cantar: Plon, plon ,plon plon, salid mozas a bailar que ya repica el pandero, plon, plon ,plon plon...
Cuentan de él que era muy dado a pegar, sus bofetadas eran famosas, pero alguna vez lo que hizo fue que cogió a uno de los mas fuertes que había en la escuela, para que pegara a otros, este mas fuerte era el Jorge, excelente muchacho y los recibidores era el Andres “El Rizao” y el René. “El Bociguín” le dijo al Jorge :
- ¡Pégales a estos dos tortas a cada uno!
Y el Jorge, como buena persona que era, les pegó dos tortas pero despacio, entonces cogió al Jorge y le dijo:
- ¡Así no se pegan, se pegan así!
Y le dio dos bofetadas enormes al pobre Jorge delante de todos, parece ser que el Jorge ya no volvió por la escuela.
El René era un chico francés que, por circunstancias, tuvo que venir a Urrea con su abuela un par de años. Su familia de aquí eran de los más pobres que había. Siempre llevaba por los bolsillos nueces y alguna higa seca, el pantalón que llevaba era corto pero muy ancho, cuentan que cuando iba a cagar, no se los quitaba, ensanchaba la pernera y por allí hacia sus necesidades. También cuando le pegaba el “Bociguín” con un mimbre o con la palmeta no le hacia demasiado mal de anchos que le iban. Como se dio cuenta el maestro, lo cogía y con una mano le apretaba los pantalones y con la otra le pegaba con la palmeta y además era de los que más recibía.
A Joaquín “el Molina”, una vez le pegó con un mimbre en las manos con tal fuerza que le hizo sangre en las dos manos; aun hoy me enseñó las dos cicatrices de las manos. Entonces, lo que hizo fue marchar de la escuela y acudió a su padre, el tío Manolico “el Corona” que por entonces era juez. Llegó a la carpintería que tenía y le dijo:
- ¡Mira papá lo que me ha hecho el maestro!
Entonces su padre le curó con alcohol y, cuando acabó, le pegó dos bofetadas y cogió un listón de haya y le dijo:
- ¡Tira para la escuela delante de mí!
Subieron por toda calle Mayor con su padre con el listón detrás. Cuando entraron en la escuela y “El Bociguín” vio entrar al “Tío Manolico” con el listón se temió lo peor, pensaba que lo iba a emprender a él y empezó diciendo:
- ¡No, que yo no le quería pegar tan fuerte!
Entonces el tío Manolico le dijo:
- ¡Toma este listón por si te hace falta para que los endreches!
Jesús Val era el mayor de la escuela, incluso había pasado ya los años de estar en ella. Él era el que dibujaba todos los días en la pizarra el águila con el escudo nacional, era la primera cosa que se hacía al entrar en la escuela. Con los que he hablado me cuentan que dibujaba mucho mejor que el maestro. La cosa se complicó cuando “El Bociguín” le pegó también al Val. Hasta ahora no lo había tocado, pero un día se le cruzaron los cables y también le pegó a él.
Estamos hablando de por allá los años mil novecientos cincuenta y tres o cincuenta y cuatro. Ni por asomo, con el régimen que había, se le ocurría a nadie hacer una huelga. Pues los chicos de Urrea montaron una huelga en contra del maestro.
Ya lo tenían hablado y los mayores se pusieron en el arco de San Roque y paraban a todos los chicos que subían para ir a la escuela, aunque hubo alguno que acudió por miedo. Fueron la mayoría los que secundaron la huelga. Una vez todos reunidos en el arco marcharon a hablar con el alcalde, este era el tío Manolico el “Utebano” al que todos llamábamos “El Alcalde Viejo”. Éste estaba en la torre Grande del camino de Híjar y para allí se encaminaron todos. Bajando por Santa Bárbara y por la senda que se llama del Muro, llegaron a la torre y hablaron con el alcalde, le expusieron que les pegaba mucho y que no querían ir a la escuela con él. El alcalde les contestó que marcharan y que al día siguiente acudieran a la escuela que ya subiría hablar con él.
Al día siguiente los chicos acudieron a la escuela y también acudió el Consejo Escolar, entre ellos el alcalde, el juez, y algunos concejales. Delante del maestro les preguntaron a los chicos cuáles eran sus quejas y cada uno iba explicando como los calentaban. El maestro acabo el curso pues no quedaba mucho, pero ya no comenzó el curso siguiente, fue destinado a Azaila.
Era tal la manía que le habían cogido los chicos que cuando pasaba una moto por la carretera (pues él tenía una moto) alguno decía “El Bociguín” y empezaban a tirarle piedras, aunque no fuera él.