RECUERDOS DE MI INFANCIA
Son recordadísimos por mí los almuerzos cuando se mataba el tocino. Mi madre metía en una grasonera, así la llamaba ella a una lata de hojalata, que todavía sigue en el horno de la cocinilla, con bolas de la matacía y cuando estaban hechas a comerlas mirando por la ventana viendo la escarcha que había en la vega del río Martin, estos almuerzos son inolvidables.
Esta es la silla donde comía cuando yo era pequeño y sigue en un rincón del mirador
La cocinilla todavía sigue en el mirador de la casa, aunque jubilada después de tantos años de trabajo. Esta cocinilla, aparte de tener su horno, tenía un depósito de agua a un costado y que siempre que estaba encendida el agua estaba caliente, empleándola para muchos usos. Uno de ellos era en las frías noches de invierno llenar, por un grifo que tenía, las bolsas de goma de agua caliente para irte a dormir a la cama, pues en éstas no había calefacción.
Recuerdo que me gustaba ponerme en las piernas de mi padre al calor de la cocinilla y cómo olía mi padre a madera, ya que él era carpintero.
Rezábamos el rosario todos los días, y cuando fui creciendo me hacían leer la letanía y la acabé sabiendo de memoria, aún hoy recuerdo algún trozo de ella.
Cuando me enfadaba por algo me iba a esconder detrás del banco grande, allí estaba un buen rato, y cuando se me pasaba yo salía solo.
De vez en cuando subíamos al mirador y encendíamos el fuego y hacíamos pajaretas (Palomitas de maíz). Las hacíamos en una sartén de garras y echando la misma cantidad de agua, azúcar, aceite y palomitas. Les dábamos vueltas con una caña hasta que empezaba a saltar alguna, entonces tapábamos la sartén con una tapadera para que no se salieran fuera. Esta tapadera, al ser muy grande la sartén, la hacíamos con un cartón y en el centro un agujero donde se ponía un zuro para poder cogerla y levantarla. ¡Qué alegría cuando se levantaba la tapadera después de muchos tiros y encontrar que donde antes estaba vacía, ahora se había llenado de hermosas y sabrosas pajaretas, pegadas unas con otras por el azúcar! Entonces cogías un pegote y a comer. Son tan buenos recuerdos…
Esta es la sartén donde hacíamos las pajaretas, todavía la conserva mi hermano en nuestra casa
Gracias, Toño, por compartir estas imágenes y vivencias de tu niñez. Yo, que soy algo mayor que tú, suscribo al pie de la letras todo lo que nos cuentas hoy: las bolas de la matacía, la cocinilla, las pajaretas, etc... Espero que nos sigas trayendo abundantes recuerdos
ResponderEliminarMe doy cuenta que he hablado de mi sin adjuntar la firma. Soy Ramón, un fiel seguidor de tu blog
EliminarSiempre me acordaré el día que nos hizo tu madre un bocadillo de huevo frito con chorizo frito, el mejor bocadillo que he comido en mi vida.
ResponderEliminarPor si acaso al Ruso se le tuercen las cejas..., esa cocinilla mantenla en orden no sea que, no sea que se tenga que volver a usar... .
ResponderEliminarPor cierto la silla que comías tiene un brazo mas alto que otro o es un trampantojo.