LA GUARDERIA DE LA SEÑORA PABLA
Éramos los niños más pequeños los que empezábamos a ir a una guardería que llevaba la Señora Pabla desde hacía bastantes años, (hoy en día la guardería que hay en Urrea lleva su nombre). Era la primera vez que abandonábamos casi todo el día a nuestros padres, y no faltaban los lloros bastante a menudo.
La guardería en sí se trataba de un pequeño cuarto (lo que hoy es la oficina de correos) rodeado de un solo banco de madera que daba la vuelta a toda la habitación. Creo recordar que había una pequeña estufa de leña para calentarnos del los días fríos de invierno.
Por aquel entonces éramos muchos chicos en el pueblo y llenábamos el banco de la habitación. No me quiero ni imaginar la paciencia que pudo tener la Señora Pabla con todos los que pasaron por allí. Cuando uno no pedía para orinar, otro se había cagado, y todo esto sin retretes, había que ir hacerlo a un corral que también empleábamos de recreo los días buenos.
Un día se tuvo que ausentar por lo que fuera Señora Pabla y nos dejo encerrados con llave, pienso que no se fue por mucho rato, pero en ese momento a uno le entraron ganas de cagar, y no se podía salir de allí. Todavía recuerdo a Miguel, el cura, con un palico que encontramos por allí intentar abrir la cerradura, hasta que al final vino la Señora Pabla, pero el chico ya se había hecho sus necesidades.
El cuarto daba y da a la calle Cabañero, una ventana con una reja nos dejaba ver lo que pasaba por aquella calle. Las bodas que se celebraban en el pueblo, después de salir de la iglesia, pasaban por allí ya premeditadamente, entonces nos abría la ventana y nos poníamos a gritar como locos: ¡Futiñaos, Futiñaos, Futiñaos …..! y entonces nos tiraban peladillas por la ventana que recogíamos todos en un montón por el suelo, en una gran pelea por coger más que los otros. Eso sí, al acabar y marchar los novios Señora Pabla nos hacia entregar todas las peladillas y las partía a trozos pequeños para que no nos pudiéramos ahogar y a lo largo de los días nos iba dando un poco a cada uno hasta que se acabaran y hubiera otra boda. No sé cuánto tiempo estaría allí, puede que solo fuera un año, depende de a qué edad nos cogiera y cuando pasáramos a parvulitos, lo que sí sé es que Señora Pabla me había enseñado a leer y cuando pasábamos a parvulitos ya llevábamos todo eso adelantado.
Seguro que habría muchas más anécdotas pero éramos muy pequeños y muchas de las cosas no quedarían en nuestra mente.
Aunque Señora Pabla era una mujer pequeña, agradecer a esta mujer tan grande, la paciencia y compresión que tuvo con todos los que por allí pasaron.
Amigo Toño. Has definido perfectamente lo que la señora Pabla representó para todo el pueblo al haberla tenido como "maestra" durante los más tiernos años de nuestra infancia cientos de niños y niñas de Urrea. Y contando solo con su paciencia, sabiduría y con aquella pequeña sala que daba a la calle con la ventana enrejada que muy bien has descrito. Y como lugar de recreo y "aliviadero" el corral de atrás. Me parece fenomenal que la actual guardería de Urrea perpetúe su nombre.
ResponderEliminarPara completar un poco más tu escrito recuerdo que, quizás cuando ya no estábamos bajo su tutela, los chicos cantábamos un estribillo que no le hacía ninguna gracia: "La señora Pabla manda callar y tiene una jiba (chepa) como un general". Así le pagábamos su desvelos. Qué ingratos! RAMON
Mi madre me contaba otro estribillo " la señora Pabla es nuestra madre porque tiene una chepa así de grande". Similar al anterior
EliminarLa meva mara me decía otro estribillo:
ResponderEliminar“La señora Pabla nos enseñará,
y si nos portamos mal,
al cuarto los ratones nos meterá”