Él gozaba mucho preguntando cosas a los chicos. Una de las veces le dio por preguntar que cuando fuéramos mayores qué nos gustaría ser:
- ¿A ver Luis, a ti qué te gustaría ser de mayor?
- ¡Pues a mí me gustaría ser agricultor!
- ¿Y a ti, Javi?
- ¡Pues a mí maestro! –
Y así fue pasando por varios chicos, el uno le decía médico, el otro cura, otro carpintero... Hasta que le llegó el turno a Lorenzo el “Picante”, conocido por todos por sus travesuras y por los rastros que hacía como ya veremos luego.
- ¿Vamos a ver Lorenzo, y a ti que te gustaría ser de mayor? – a lo que Lorenzo no contestaba nada.
- ¿Te gustaría ser cura?
- ¡Cura, no!
- ¿Maestro?
- ¡Maestro, no!
- ¿Pues médico?
- ¡Médico, no!
- ¿Entonces dime, qué querrías ser? – después de pensarlo un momento, Lorenzo contesto:
- ¡Me gustaría ser chico, pero que no hubiera escuela! – el estallido de risa de Don Victorián y de toda escuela fue largo y sonoro.
Antes cuando había parideras dentro del pueblo, cuando llegaban a encerrar, soltaban los pastores las cabras y cada una iba a su casa, allí la ordeñaban y al día siguiente las tenían que llevar otra vez a la paridera.
Pues un día se presento en la escuela la tía Teresa “La Liona”, diciendo que su cabra no se había presentado en dos días en su casa, que le había preguntado al pastor y él la había soltado (todas las culpas eran para los chicos). Entonces, Don Victorián empezó a investigar yendo a parar a los de siempre:
- ¿A ver quién sabe algo de la cabra? – él, que los conocía muy bien, se lo noto enseguida porque empezaron a bajar la cabeza y a ponerse colorados.
- ¡A ver Lorenzo, Luis, “Salao” salid por aquí! – los chicos iban preparados ya para los palmetazos
- ¿Qué es lo que ha pasado con la cabra? – al principio no querían hablar pero al final, Lorenzo dijo:
- ¡La tenemos encerrada en un pajar!.
Ya he dicho que a Don Victorián le gustaba mucho preguntar
- ¿Y para qué queríais la cabra? – Lorenzo siguió hablando:
- ¡Para sacar Leche!
- ¿Y para qué más?
- ¡Para que criara!
- ¿Y para qué queríais los chotos?
- ¡Para venderlos y sacar perras!
- ¿y las perras, para qué las queríais?
- ¡Para comprar caramelos!.
Conclusión: habían secuestrado la cabra para poder comprar caramelos. No se libraron de sus buenos palmetazos.
Otra de las hazañas de esta cuadrilla fue que encontraron en un pajar encerrado el coche del “Fotro”, que lo había comprado el Manolico el “Caracol”y lo había metido allí.
Coche del Fotro
El pajar estaba en lo alto de la Calera. Los de esta cuadrilla (Antonio el “Picante” , Luis el “Lion”, el Salao”, Lorenzo..., alguno me dejaré) empezaron sacándolo, unos empujaban y otros lo conducían pero, poco a poco, se fueron haciendo los valientes y llegaron a tirarlo todos montados por la cuesta que hay desde los pajares pasando por el taller y bajaban hasta la fuente de lo que es hoy San Juan. Claro que después había que subirlo y no podían. Entonces se le ocurrió a Lorenzo ir a su casa y coger el burro que tenía. Lo ataban delante y entre todos subían el coche hasta arriba y vuelta para abajo (que foto tendría el burro tirando del coche con todos los chicos empujando). Poco les duro la alegría, pues al estar tan cerca del pueblo, enseguida llego la noticia a la escuela y Don Victorián tuvo que impartir justicia.
¡Gracias, Don Victorián, por habernos enseñado tanto!
Gracias, Toño, por este sencillo pero entrañable recuuerdo-homenaje a Don Victorián. Creo que fue un buen maestro, un buen futbolista y, para mí, sobre todo, un buen hermano. RAMON
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