Estupendo reportaje escrito y gráfico de la reposición de una copia del cuadro de Goya. Qué valientes y generosos fueron nuestros paisanos los urreanos que con donativos públicos y particulares y con una tómbola popular lograron reunir la cantidad necesaria para realizar esa copia perfecta del cuadro. Cuando un pueblo se propone un objetivo... RAMON
Lo pinto supuestamente Mariano Ponzano del taller De Goya que era mucho más bueno que Goya, era la estrella del taller, era como funcionaban entonces, el taller estaba formado por discípulos pero la firma era del maestro.
El cuadro "Venida de la Virgen del Pilar y aparición al apóstol Santiago y convertidos" fue encargado a Goya en 1782 para la Iglesia de Urrea de Gaén y Mariano Ponzano nació en 1813 y cuando murió Goya tenía 15años. Además está perfectamente documentada la autoría de Goya.
Como si se tratara de un truco de magia, en el interior de la iglesia de San Pedro de Urrea de Gaén es posible creer en lo invisible. Un retablo de Ramón Bayeu o un cuadro de Goya permanecieron durante años entre los muros de este templo. Pese a que hoy están desaparecidos, su recuerdo sigue allí. La esencia de estas reliquias vaga por la atmósfera de penumbra y nos recuerda que el trabajo para realizar esta parroquia fue una obra de genios. Construida en el siglo XVIII, los canteros emplearon piedra y ladrillo, para dotarle de esbeltez, siguiendo los patrones del barroco y el neoclasicismo. Además, la magia del insondable tiempo marca las horas en el reloj de su campanario cuyas campanas siempre avisan a los fieles. Precisamente en su austeridad encuentra este monumento la virtud. No solo hay ilusionismo en el alma y en el tiempo. También en la luz que entra por el rosetón para iluminar el coro. Esos rayos son suficientes para admirar su magistral y complejísima cúpula. Las ganas de visitar la iglesia, protegida entre viviendas tradicionales y algún arco como el de San Roque, son inevitables. La razón es simple. San Pedro nos hace creer en aquello que no vemos.
Estupendo reportaje escrito y gráfico de la reposición de una copia del cuadro de Goya. Qué valientes y generosos fueron nuestros paisanos los urreanos que con donativos públicos y particulares y con una tómbola popular lograron reunir la cantidad necesaria para realizar esa copia perfecta del cuadro. Cuando un pueblo se propone un objetivo... RAMON
ResponderEliminarBien bien no lo pinto Goya, lo hizo un alumno suyo de su escuela, por no los podemos atribuir a Goya. Pero un obra de excelente calidad.
ResponderEliminarLo pinto supuestamente Mariano Ponzano del taller De Goya que era mucho más bueno que Goya, era la estrella del taller, era como funcionaban entonces, el taller estaba formado por discípulos pero la firma era del maestro.
EliminarNos alegramos mucho que el supuesto Goya lo volvamos a tener en Urrea.
ResponderEliminarEl cuadro "Venida de la Virgen del Pilar y aparición al apóstol Santiago y convertidos" fue encargado a Goya en 1782 para la Iglesia de Urrea de Gaén y Mariano Ponzano nació en 1813 y cuando murió Goya tenía 15años.
ResponderEliminarAdemás está perfectamente documentada la autoría de Goya.
Hablar sin saber faltar sin querer
ResponderEliminarConfunden el escultor con el del taller De Goya.
EliminarEfectivamente el Ponzano De Goya es bastante anterior al Ponzano escultor que nació en 1813. Efectivamente: hablar sin saber, faltar sin querer”
EliminarQue más da esto es como la de alguien lo ha visto? No… pero como las meigas, haberlo hubo, y que más da… si es bueno de para Urrea.
ResponderEliminarComo si se tratara de un truco de magia, en el interior de la iglesia de San Pedro de Urrea de Gaén es posible creer en lo invisible. Un retablo de Ramón Bayeu o un cuadro de Goya permanecieron durante años entre los muros de este templo. Pese a que hoy están desaparecidos, su recuerdo sigue allí. La esencia de estas reliquias vaga por la atmósfera de penumbra y nos recuerda que el trabajo para realizar esta parroquia fue una obra de genios. Construida en el siglo XVIII, los canteros emplearon piedra y ladrillo, para dotarle de esbeltez, siguiendo los patrones del barroco y el neoclasicismo. Además, la magia del insondable tiempo marca las horas en el reloj de su campanario cuyas campanas siempre avisan a los fieles. Precisamente en su austeridad encuentra este monumento la virtud. No solo hay ilusionismo en el alma y en el tiempo. También en la luz que entra por el rosetón para iluminar el coro. Esos rayos son suficientes para admirar su magistral y complejísima cúpula. Las ganas de visitar la iglesia, protegida entre viviendas tradicionales y algún arco como el de San Roque, son inevitables. La razón es simple. San Pedro nos hace creer en aquello que no vemos.
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