MAS ESCUELA
Llegó mi comunión y entonces me regalaron tres o cuatro plumas estilográficas. Esto ya era mucho avance, la cargabas y te duraba bastante y no había que usar casi los tinteros.
Pero algunos, entre ellos yo, cuando no estaba el maestro, las utilizábamos para tirarlas desde lo alto de la mesa y que se clavaran en el suelo que era de tarima, con lo que la pluma se le abrían las puntas y escribía doble.
Una vez al año se hacía zafarrancho y sacábamos todas las mesas a la calle para limpiarlas. Cada pareja se limpiaba su mesa. Hay que decir que las mesas de los mayores eran más nuevas y tenían su color a madera, pero las otras eran de un color negruzco curtidas por las muchas batallas que habían llevado. Nos hacían rascarlas y estregarlas con esparto, no recuerdo si era lejía o si había también lijas, y una vez limpias nos hacían encerarlas con un trozo de cera, después a ver cual se había quedado más limpia. Cuando las metíamos otra vez a la clase el olor a cera duraba bastantes días.
Recuerdo que poníamos en la época de los Latones un hueso en donde cerraba el asiento que era levadizo, cuando se sentaba el que había marchado se rompía el hueso del Latón haciendo un gran ruido, tuvimos que dejar de ponerlos porque los maestros nos pegaban buenos reglazos
Para calentarnos estaba una gran estufa. Había ya, quiero recordar, carbón que estaba en un cuarto aledaño a la parte de detrás de la escuela y la llamábamos La Carbonera y a la que de vez en cuando nos mandaban a buscar un caldero de carbón. Eso sí, para hacerla prender por la mañana nos hacían traer zuros de nuestra casas. En las mañanas frías de escarcha nos veíamos subir por la calle Mayor con nuestros paquetes de zuros que nuestros padres habían atado con cuerda pareciéndose a un fajico.
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